Era la cuarta o quinta vez que lo intentaba. Soltaba una de las manos del manubrio de la bicicleta y, mientras mantenía el equilibrio, intentaba soltar la otra. Pero siempre perdía el control y debía aferrase rápidamente, otra vez, para no caerse.
"Soy una tonta" pensaba. "Salí abanderada del colegio y no soy capaz de andar en bici sin soltar las manos".
"Soy una tonta" pensaba. "Salí abanderada del colegio y no soy capaz de andar en bici sin soltar las manos".