¿Qué vas a encontrar en este blog?

Este blog nace como un pequeño proyecto literario personal para que tengan un espacio los textos que a veces siento necesidad de escribir.
Espero que sirva como canal para encontrarnos con los lectores a los que les pueda interesar esta obra. Aquí estarán publicados los relatos sobre mi hermana Soraya Lanfranco, otros textos de todo tipo y la obra de mi padre, Carlos Alberto Lanfranco, quien me encargó que la publique, poco antes de morir.

El blog se llama Sorenado en homenaje a Soraya, que ya no está con nosotros. Sorenado es un término que ella inventó cuando era pequeña. Como esta iniciativa es acerca de palabras, me pareció apropiado para que la identifique.

Espero que les gusten los trabajos y nos hagan llegar sus impresiones a través de los comentarios. De esta manera lograrmos un ida y vuelta que enriquezca el contenido.

Germán Lanfranco

sábado, 17 de octubre de 2015

¡Feliz día, mamá! - 9° Relato sobre Soraya

Una inesperada e inquietante pregunta de un niño a su abuela, sobre la eternidad, es el disparador en retrospectiva de esta historia. En ella se entremezclan la trama de un cuento infantil y dos generaciones, que se enfrentan al dolor por la tragedia que se hace realidad.




sábado, 9 de mayo de 2015

9 de mayo - 6° Relato sobre Soraya.

Si hay un día especial, para un niña, es el de su cumpleaños. Ese nueve de mayo, cumplía seis, pero no esperaba ninguna fiesta, tampoco regalos. La familia, toda sobre el noble Citroen verde, se trasladaba a un nuevo pueblo donde vivir.

— ¿Por qué tengo que viajar siempre en el medio, papi? —preguntó Soraya, que estaba sentada sobre el incómodo caño que dividía en dos al asiento trasero del modelo 3CV.

miércoles, 6 de mayo de 2015

La cuarta pared - 5° Relato sobre Soraya.

Derribando la cuarta pared solucionaríamos el problema.

Acabábamos de levantar cuatro muros, siguiendo el perímetro de un rectángulo, para que sea nuestra casa de juguete. Pero, al llegar al metro de altura, nos dimos cuenta de que no podríamos ingresar ni apreciar el interior. Por eso, decidimos que tumbaríamos la última pared levantada, para que el espacio libre sirva de acceso.

miércoles, 29 de abril de 2015

Resiliencia - 4° Relato sobre Soraya.

Era la cuarta o quinta vez que lo intentaba. Soltaba una de las manos del manubrio de la bicicleta y, mientras mantenía el equilibrio, intentaba soltar la otra. Pero siempre perdía el control y debía aferrase rápidamente, otra vez, para no caerse.
"Soy una tonta" pensaba. "Salí abanderada del colegio y no soy capaz de andar en bici sin soltar las manos".

martes, 14 de abril de 2015

El pacto - 3° Relato sobre Soraya.

— Tu nombre empieza con S, son tres puntitos. Después viene la O, que son tres rayitas. No sé por qué te parece tan difícil.

— Es que no me acuerdo de todas las letras —me respondió algo frustrada.

Con sólo ocho o nueve años y siendo la menor, estaba haciendo un gran esfuerzo para estar a la altura del juego que le proponía su hermano. Es que días antes, habíamos visto una nota en la revista Lúpin que enseñaba como construir un telégrafo de luces. Sólo se necesitaban pilas, unos metros de cable y dos foquitos de linterna, entre otros elementos, para armar ese instrumento de comunicación.

miércoles, 1 de abril de 2015

Aquí, con nosotros - 2° Relato sobre Soraya

Nos fundimos en un abrazo, lo necesitábamos.
Fue el primer abrazo de verdad: los anteriores sólo fueron fugaces, pasajeros, parte de un ritual social. 
Con lágrimas en los ojos, los dos, nos recostamos en la pequeña cama. Hablar era muy difícil, estábamos devastados por el dolor. La opresión en el pecho llegaba hasta la garganta, haciendo casi imposible la respiración.
Mientras lo acercaba más a mí, le acariciaba la cabeza jugando con el cabello de su frente.

—Te quiero mucho —me animé a decirle.

— Yo también —me respondió con la voz entrecortada por el llanto.


— ¿Sabés que cuando nos abrazamos, es como si lo hicieras con ella?


Con un largo "Sí", sostenido por su resquebrajado llanto, volvió a responder, abrazándome más fuerte.

Así estuvimos unos minutos, conteniéndonos mutuamente.
En algún momento, empecé a experimentar un bienestar que me llenó de paz. Esto me permitió observarlo mejor y ver que ya no lloraba. Tampoco me soltaba y respiraba tranquilo.
Sin apartarlo nunca le dije:


— Siento que está acá, con nosotros, abrazándonos también ¿la podés sentir?


— Sí —respondió otra vez.


— ¿Te hace bien?


— Sí.


Sus respuestas eran cortas, pero relajadas, como disfrutando cada instante.
Ya, completamente tranquilos, empezamos a hablar de todo. Me sorprendieron gratamente la madurez, valentía y amor de sus palabras.
Reconciliados cada uno con nuestras emociones, me entregué al momento de dulzura que nos regalaba la charla. Fue entonces que comprendí que nuestras vidas quedaron vinculadas para siempre, con un nuevo lazo indisoluble.

domingo, 29 de marzo de 2015

Despedida - 1° Texto para Soraya.

Usa mis ojos, los verás crecer, realizarse, ser felices.
Tienes mis brazos, son los tuyos, para estrecharlos en todo momento.
Siente mi corazón, lo tienes para llenarlos de amor.
Guía mi destino, para que esté siempre a su lado.
Cuenta con mi energía, descansa en paz.
Tu ejemplo será el legado, que portarán con orgullo y perpetuará tu ser.

viernes, 6 de marzo de 2015

Altruismo - Relato por Germán Lanfranco

Miró hacia arriba: el muro de la tapia era alto, enorme. Abrió los ojos lo más que pudo y se agazapó. El salto que estaba por dar exigiría toda su energía, si quería llegar arriba. El pequeño gatito, un cachorro, se armaba de valor para dar esa proeza física.
Mientras observaba al diminuto felino en la vereda, desde la modorra que acunaba el asiento del colectivo que me traía a Villa Ascasubi, me pregunté como es que ese gatito, tan chiquito, estaba ahí, sólo.
No tuve tiempo de especulaciones. Como un resorte que se libera, el pequeño felino saltó hacia arriba. Llegó hasta la mitad de la altura, con sus uñas se agarró de la pared lisa y, con mucho esfuerzo, logró trepar otro poco. Cuando se agotó el impulso, cayó nuevamente a la vereda sin lograrlo.
Un niña que estaba parada en la esquina y lo observaba como yo, se arrimó. Balanceó su cuerpo para que la mochila escolar no se le cayera mientras se agachaba y, tímidamente, lo acarició por la cabeza para infundirle confianza. Luego, con seguridad, lo tomó del cuerpo. Sin darle tiempo a nada, lo depositó sobre el borde de la tapia que antes no pudo alcanzar con su salto.
Rápido, el gatito se perdió entre las plantas que había del otro lado de la tapia, sin entender mucho cómo y porqué lo pusieron allí.
Sonreí con esa situación que duró apenas unos segundos. Yo sí entendí porqué esa niña, una cachorrita ella también, lo puso ahí. Está en nuestros genes y condicionó la forma en que evolucionamos los humanos. Es el altruismo: esa capacidad de hacer algo por los demás, sin esperar nada a cambio.
Satisfecha con el resultado, la niña se dio vuelta y se dirigió donde su mamá.
Con ademanes que traslucían orgullo, percibo que le estaría contando lo que hizo un momento antes.
La madre, que no sé si entendió de que le hablaba, la tomó de la mano y la cruzó al otro lado de la transitada calle de Córdoba. Eso también está en nuestros genes, pensé: el cuidado de nuestros hijos.
El colectivo arrancó tras la luz verde y me acomodé para dormir; tenía dos horas, antes de llegar a Río Tercero.