¿Qué vas a encontrar en este blog?

Este blog nace como un pequeño proyecto literario personal para que tengan un espacio los textos que a veces siento necesidad de escribir.
Espero que sirva como canal para encontrarnos con los lectores a los que les pueda interesar esta obra. Aquí estarán publicados los relatos sobre mi hermana Soraya Lanfranco, otros textos de todo tipo y la obra de mi padre, Carlos Alberto Lanfranco, quien me encargó que la publique, poco antes de morir.

El blog se llama Sorenado en homenaje a Soraya, que ya no está con nosotros. Sorenado es un término que ella inventó cuando era pequeña. Como esta iniciativa es acerca de palabras, me pareció apropiado para que la identifique.

Espero que les gusten los trabajos y nos hagan llegar sus impresiones a través de los comentarios. De esta manera lograrmos un ida y vuelta que enriquezca el contenido.

Germán Lanfranco

miércoles, 1 de abril de 2015

Aquí, con nosotros - 2° Relato sobre Soraya

Nos fundimos en un abrazo, lo necesitábamos.
Fue el primer abrazo de verdad: los anteriores sólo fueron fugaces, pasajeros, parte de un ritual social. 
Con lágrimas en los ojos, los dos, nos recostamos en la pequeña cama. Hablar era muy difícil, estábamos devastados por el dolor. La opresión en el pecho llegaba hasta la garganta, haciendo casi imposible la respiración.
Mientras lo acercaba más a mí, le acariciaba la cabeza jugando con el cabello de su frente.

—Te quiero mucho —me animé a decirle.

— Yo también —me respondió con la voz entrecortada por el llanto.


— ¿Sabés que cuando nos abrazamos, es como si lo hicieras con ella?


Con un largo "Sí", sostenido por su resquebrajado llanto, volvió a responder, abrazándome más fuerte.

Así estuvimos unos minutos, conteniéndonos mutuamente.
En algún momento, empecé a experimentar un bienestar que me llenó de paz. Esto me permitió observarlo mejor y ver que ya no lloraba. Tampoco me soltaba y respiraba tranquilo.
Sin apartarlo nunca le dije:


— Siento que está acá, con nosotros, abrazándonos también ¿la podés sentir?


— Sí —respondió otra vez.


— ¿Te hace bien?


— Sí.


Sus respuestas eran cortas, pero relajadas, como disfrutando cada instante.
Ya, completamente tranquilos, empezamos a hablar de todo. Me sorprendieron gratamente la madurez, valentía y amor de sus palabras.
Reconciliados cada uno con nuestras emociones, me entregué al momento de dulzura que nos regalaba la charla. Fue entonces que comprendí que nuestras vidas quedaron vinculadas para siempre, con un nuevo lazo indisoluble.

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