¿Qué vas a encontrar en este blog?

Este blog nace como un pequeño proyecto literario personal para que tengan un espacio los textos que a veces siento necesidad de escribir.
Espero que sirva como canal para encontrarnos con los lectores a los que les pueda interesar esta obra. Aquí estarán publicados los relatos sobre mi hermana Soraya Lanfranco, otros textos de todo tipo y la obra de mi padre, Carlos Alberto Lanfranco, quien me encargó que la publique, poco antes de morir.

El blog se llama Sorenado en homenaje a Soraya, que ya no está con nosotros. Sorenado es un término que ella inventó cuando era pequeña. Como esta iniciativa es acerca de palabras, me pareció apropiado para que la identifique.

Espero que les gusten los trabajos y nos hagan llegar sus impresiones a través de los comentarios. De esta manera lograrmos un ida y vuelta que enriquezca el contenido.

Germán Lanfranco

martes, 14 de abril de 2015

El pacto - 3° Relato sobre Soraya.

— Tu nombre empieza con S, son tres puntitos. Después viene la O, que son tres rayitas. No sé por qué te parece tan difícil.

— Es que no me acuerdo de todas las letras —me respondió algo frustrada.

Con sólo ocho o nueve años y siendo la menor, estaba haciendo un gran esfuerzo para estar a la altura del juego que le proponía su hermano. Es que días antes, habíamos visto una nota en la revista Lúpin que enseñaba como construir un telégrafo de luces. Sólo se necesitaban pilas, unos metros de cable y dos foquitos de linterna, entre otros elementos, para armar ese instrumento de comunicación.

Por su parte, el código morse necesario para cifrar los mensajes y enviar los telegramas se encontraba en cualquier diccionario o enciclopedia.
Así que, sin perder la paciencia, le volvía a explicar:

— Con esto nos podemos comunicar. Hacés que la luz se prenda y apague. Si se prende y apaga rápido: es un puntito. Si se prende y luego de un momento se apaga: es una rayita. Así, vamos enviando el código de cada letra y armamos el mensaje.

—Sí, eso ya lo sé —me respondió—. Lo que pasa es que no me da tiempo de ver la luz y el papel, para saber qué letras son.

— No importa, probemos de nuevo —la animé.

Volvimos a desplegar el cable entre la habitación y la galería del patio de la casa parroquial, donde vivíamos, y tratamos de enviar un nuevo mensaje.
Por supuesto que fallamos una y otra vez. A la precariedad del aparato que habíamos construido, se le sumaba nuestra ingenuidad, de creer que podríamos dominar la habilidad de codificar y decodificar palabras en código morse. Pero nada importaba cuando se trataba de juegos y empresas infantiles. Sólo hacía falta que al hermano mayor se le ocurra alguna loca aventura, para encontrar en su hermana alguien dispuesta a secundarlo.
Cuando llegó la hora de la Abejita Maya y los Pitufos, en la TV, abandonamos el juego y nos fuimos al comedor. Allí, entre explicaciones y planes para mejorar la experiencia en el futuro, quise dejar en claro la importancia de saber comunicarse en Código Morse.

— Alguna vez podés estar en otro lugar y me vas a querer enviar un mensaje. Si sabés el código morse, lo vas a poder hacer muy fácil —le dije con autoridad.

Ella, con el pragmatismo propio de la niñez, me dijo algo que no recuerdo muy bien en palabras, pero sí en su concepto. Me dijo que cuando quisiera comunicarse encontraría su propio método y que sabría que era ella, por una especie de firma en el mensaje que no quiero revelar ahora.

---------------------------- II ----------------------------

— Germán, perdoná que te moleste.  —Decía la ventanita del chat de facebook. El que me escribía era alguien que tengo de amigo, pero con el que sólo alguna vez en la vida he cruzado palabra.

— Me pasó algo anoche y sentí una fuerte necesidad de contártelo —me dijo por el chat y siguió escribiendo—. Anoche soñé con La Profe. Soñé que entraba al colegio y cuando la vi, me largué a llorar. Entonces ella me dijo que no llore, que está bien y que sus hijos van a estar bien.
Sorprendido por la persona que me escribía en facebook, seguí leyendo el relato de su sueño y de lo que escuchó en él. El mensaje no tenía mucho más que eso, aparte de algo que alcancé a percibir. Era un mensaje cortito como el de un telegrama. Concebido con el esfuerzo de alguien que intenta dominar una nueva técnica de comunicación y con el deseo de que llegue a destino. Un mensaje de amor y tranquilidad a través del universo, junto a una firma establecida hace treinta años, para que no se dude de la autora del mismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario