Relato escrito por Carlos Alberto Lanfranco en 2005.
Bigamia
La doble vida de
Gualterio Romero Ovando
Solamente con el
carácter de mi amigo Gualterio, mitad atrevido y mitad impávido, ayudado por la
suerte (que parece protegerlo en todo momento), se libra así de quedar al
descubierto su audaz “modus vivendi”, pero que a medida que pasa el tiempo se
le va complicando cada vez más. Esa suerte que lo acompañó fielmente durante
dieciocho “sobresaltados años”, a pesar de esos repetidos “remezones y
sofocones”, el fiel de la balanza siempre “apuntó a la felicidad”.
Ahora en pocos meses los
acontecimientos se precipitaron, complicando sus tramoyas y triquiñuelas que gracias a su gimnasia diaria, tanto
rédito le deja. Mi amigo tiene dos “Vidas paralelas”, es bígamo: Con Clara, su
primera mujer y Adelmo de diecisiete años además de Adriana de casi quince
años, componen una de las familias y moran en la ciudad de Pilar. Clotilde su
otra mujer, domiciliada en Tancacha, con sus hijos: Andrés de dieciséis años y
las mellizas Alma y Anina, también próximas a cumplir sus “quince”, integran su
“otra mitad”.
Gualterio, ama, se diría por igual a ambas mujeres y reparte con usura
su ilimitado cariño por sus cinco hijos, siempre se ha “dado maña” para estar
presente en los nacimientos, bautismos y cumpleaños de ellos y de sus madres,
amén de cualquier circunstancia eventual en que alguna de sus dos familias lo
convoque, para ello siempre está alerta y con una “batería de excusas” siempre
a flor de labios, prestas a utilizarlas.
Así de esta manera, con más o menos apuro, cumple con sus obligaciones
de marido y padre, además de buen vecino, sin dejar que se sospeche de su
particular modo de encarar la vida; Su oficio de viajante: (Vendedor de
implementos agrícolas), (que encara con dedicación, y por ello recoge buenos
dividendos), le ayuda a camuflar sus dobles “Incursiones familiares”.
Adriana de solo nueve días mas que sus medias hermanas, las mellizas
Alma y Anina, cumplirán quince años y sin saberlo, pusieron en un “apretado
brete” a su progenitor ya que eligieron el once de mayo para sus respectivas
fiestas “de quince”. Gualterio, al enterarse de la coincidencia, calmadamente,
como es su habitual manera de encarar sus “enredos bifamiliares”, trató de
“tantear el terreno”, para saber cual de sus dos “proles” estaba más permeable
a aceptar sus turbios manejos, esto es poder aplazar aunque sea siete días una
de las fiestas; las mellizas por una parte y Adrianita por la otra, le hicieron
caer en la cuenta al “enjuagador padre”, que esta vez no le sería de ninguna
manera sencillo hacer que cada familia festeje los gloriosos quince en fechas
separadas.
Las niñas con atendibles razones de sus respectivos compromisos, sumados
a sus naturales caprichos propios de sus incipientes adolescencias y
apuntaladas por sus madres, (que ignorantes del aprieto en que se encuentra su
común marido), esgrimen valederas razones, propias de mujeres sensatas y
protectoras de sus hijas, además acostumbradas a tomar decisiones, dado el
medido tiempo en que el jefe de familia comparte con cada una de ellas.
Las hojas del calendario fueron cayendo inexorablemente y el once de
mayo se aproximaba impiadosamente para desesperación del inefable Gualterio,
este por primera vez en su singular historia, no podía encontrar el camino
hacia la luz en ese oscuro laberinto en que se hallaba extraviado.
El tres de mayo, en la peña de los viernes donde nos reunimos un grupo
de amigos, heterogéneo y vocinglero, Gualterio, cuando su “fíxture privado”, le
indica que tiene que estar con Clara y la familia de ésta, concurre a la reunión
y se convierte en un alegre animador de la misma. Esa noche se presentó y
aunque trataba, no lograba mantenerse animado y jocoso, por el contrario se lo
veía taciturno y preocupado, tanto que varios de sus amigos le requerimos
explicaciones por su desusado estado de ánimo, él negó la existencia de algún
problema que lo agobiara, pero sus afirmaciones carecieron de firmeza y no nos
satisfizo. Terminada la reunión, me invitó junto a tres amigos mas a continuar
la velada en un bar y allí frente a sendos vasos de whisky nos confesó la
verdad de su doble vida, nos contó con lujo de detalles las argucias con que se
valía para ir y venir de un amor a otro, sin levantar sospechas de propios y
extraños y recalcando enfáticamente que no tenía preferencias por ninguno de
sus cinco hijos, (que eran la luz de sus ojos) -díjo-. También puso énfasis en
asegurarnos que amaba perdidamente por igual a ambas mujeres y soñaba con la
loca utopía de unir a sus esposas y sus hijos bajo el mismo techo.
Cuando hizo esta confesión se quebró en llanto, diciendo que no tenía
derecho ni siquiera a pensar en esa situación, que para él sería entrar por los
portales del paraíso terrenal, para vivir para siempre en la dicha y felicidad,
además podría querer y proteger de cerca a sus siete amores.
Luego de éstas inusuales como fuertes, amén de sentidas confidencias que
nos hiciera nuestro ahora atribulado amigo: se hizo un hondo silencio,
Gualterio entró en un cerrado mutismo, sus amigos no conseguíamos hilvanar
alguna idea para aliviar su problema, alguno de nosotros ensayó un débil y
amistoso reproche que no prosperó, otro (pontificando), le aconsejó
imperativamente que ahora mismo: ”blanquee” de inmediato este estado de cosas con ambas mujeres y sus
hijos, un coro de voces acalló al consejero, con el sensato tanto como cómodo
argumento, de que ahora no es el momento de sincerarse, dado la situación
especial que está movilizando a sus dos familias.
“Si fueras aviador podrías ir y venir en un ratito, así estarías en las
fiestas bailando con tus tres quinceañeras”. Esta frase dicha en tono de ligera
broma, con el solo afán de distendernos, obró como un disparador que hizo que
le vuelvan las energías y entusiasmo a Gualterio. Éste, en el acto reacomodó su
exultante personalidad, se levantó de su silla y se arrojó sobre mí,
agradeciéndome a los gritos y a la vez reprochándose que no se le hubiera
ocurrido antes a él. Tras abrazar y palmearnos a todos y ante la atónita mirada
de los otros parroquianos a los que sorprendió con su desusado y loco arranque
de júbilo, ya calmado, formándonos en estrecha rueda en rededor de la mesa y en
voz baja, empezó a urdir una de sus acostumbradas tramoyas, (la primera en que
seríamos testigos).
Lúpin –dijo- y
paso a explicarnos: Lúpin es el apodo de uno de sus amigos al cual no
conocemos, es de Río Tercero y es aviador del Aeroclub de esa ciudad. (Lo
apodan Lúpin por que es parecido al personaje de la revistita homónima, que
leen muchos adolescentes). Con Lúpin y los otros muchachos soy muy amigo y
ellos me van a dar una mano y vamos a formar un “puente aéreo” y en menos de
cuarenta minutos voy a estar en la otra fiesta. Después de decir esto pidió
papel y lápiz y como si fuera un ingeniero aeronáutico, hizo cálculos de
distancias, horarios de sus vuelos y fundamentalmente para sincronizar las dos
cenas y el momento sagrado donde bailaría el tradicional vals de “Los quince”
con sus tres adoradas niñas, hacer lo propio con sus dos mujeres, departir con
sus adolescentes hijos varones y confraternizar con los numerosos invitados que
encontraría en ambas reuniones.
El sábado once de mayo, sobrevolaron Pilar y Tancacha varias avionetas
del aeroclub de Río Tercero desde las primeras horas de la tarde y se balizaron
y señalizaron sendos potreros en los aledaños de ambos pueblos. A la noche, con
perfecta sincronización, dos pequeñas y veloces aeronaves depositaron al audaz
y sentimental bígamo en cada una de las celebraciones, en los horarios
prefijados gracias al inteligente
organigrama que urdiera el pícaro Gualterio.
El poseedor de las dos familias
prometió solemnemente: (Que si sus tres hijas tenían la fiesta “de quince” que
se merecen), hará de tripas corazón y
revelará sus dos familias el secreto que las emparenta...
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