¿Qué vas a encontrar en este blog?

Este blog nace como un pequeño proyecto literario personal para que tengan un espacio los textos que a veces siento necesidad de escribir.
Espero que sirva como canal para encontrarnos con los lectores a los que les pueda interesar esta obra. Aquí estarán publicados los relatos sobre mi hermana Soraya Lanfranco, otros textos de todo tipo y la obra de mi padre, Carlos Alberto Lanfranco, quien me encargó que la publique, poco antes de morir.

El blog se llama Sorenado en homenaje a Soraya, que ya no está con nosotros. Sorenado es un término que ella inventó cuando era pequeña. Como esta iniciativa es acerca de palabras, me pareció apropiado para que la identifique.

Espero que les gusten los trabajos y nos hagan llegar sus impresiones a través de los comentarios. De esta manera lograrmos un ida y vuelta que enriquezca el contenido.

Germán Lanfranco

miércoles, 6 de mayo de 2015

La cuarta pared - 5° Relato sobre Soraya.

Derribando la cuarta pared solucionaríamos el problema.

Acabábamos de levantar cuatro muros, siguiendo el perímetro de un rectángulo, para que sea nuestra casa de juguete. Pero, al llegar al metro de altura, nos dimos cuenta de que no podríamos ingresar ni apreciar el interior. Por eso, decidimos que tumbaríamos la última pared levantada, para que el espacio libre sirva de acceso.

La técnica de construcción que habíamos utilizado era tan avanzada como lo permitía nuestra corta edad. Sólo apilábamos los ladrillos, unos sobre otros, esperando que no se caigan al ganar altura.

Previo a empezar la construcción, habíamos marcado una raya en el suelo para delinear donde irían las murallas de nuestro refugio. En su interior, mi hermana Soraya había armado una mesita con sillas, para sentar a los muñecos y darles de comer.

— Sacá eso, que no podemos poner nada hasta que levantemos las paredes —protesté ofuscado, porque entendía que los muñecos le quitaban seriedad al proyecto. Pero, Soraya, no quiso saber nada de desalojar a los moradores y amenazó con retirarse del juego.

— Está bien —dije resignado—. Ayudame a traer ladrillos, pero no te metas en los yuyos, que la mami no quiere que vayamos para allá.

El patio donde armábamos la casita se extendía a través de toda la manzana comunicando las calles paralelas, ya que era un terreno abierto con salidas a las veredas por los dos extremos. Por un lado estaban los fondos del taller de Bruno y por el otro, el patio de nuestra casa, que daba a la calle principal al frente de la plaza. Así, alguien que ingresara por un lado, podría haber salido por el otro extremo de la manzana, si no fuera por un gran yuyal que había en el centro y dificultaba el paso. A nosotros nos habían prohibido que nos metiéramos ahí, porque podía haber víboras u otra cosa. Pero, una siesta que nadie me vio, me animé y me introduje en el yuyal, para salir por el otro extremo del terreno. La aventura habría sido exitosa, si no fuera por un par de perros muy malos que me recibieron cerca del patio de los Bruno y que me asustaron mucho. Por eso, le recomendé a mi hermana que no se arrimara a ese lugar, cuando fuéramos a buscar los ladrillos.

— Ya sé. —respondió Soraya y nos pusimos a la tarea de acarrear los adoquines hasta que nos dimos cuenta que las paredes que levantábamos no dejaban paso ni visión al interior.

— Tumbemos la cuarta pared —me propuso Soraya.

 Lo medité por un momento y después de darle vueltas al asunto, tuve que aceptar la idea; ya que era la única forma de que los muñecos, que habían quedado aislados en el interior, tomaran contacto con nosotros.

En eso estábamos, cuando mi papá nos vio en nuestra empresa y se disgustó mucho. Los ladrillos no eran nuestros, nos explicó. Eran del dueño de la casa que alquilábamos. Además, los habíamos desacomodado a todos.

Tras volver las cosas a su lugar, le dimos una vuelta de rosca al juego: Empezamos a dibujar planos de casas en hojas de papel. Esto, que lo empecé yo, copiando el croquis de una mansión de Susana Giménez, que salía en una revista, le encantó a Soraya. Así que ella también empezó a imaginarse casas y dibujar sus planos en hojas de cuadernos, o en cualquier otro papel que consiguiera. Dibujaba un rectángulo y era el comedor. Al lado dibujaba dos cuadrados y eran las piezas. Otro cuadrilátero más y tenía la cochera. Luego dibujaba el mobiliario. Así, se pasaba muchas horas dibujando y diseñando planos de casas, cobrando una gran afición por esa actividad. Incluso, siguió haciéndolo de adolescente y creo que llegó a considerar la posibilidad de estudiar arquitectura, carrera que descartó por los costos de la misma y por el hecho de que le atraían las letras.

--------------------- II ---------------------

— Derribar la cuarta pared —dijo Soraya en voz alta mientras levantaba la vista del libro de apuntes. Estaba estudiando para la Facultad.

— ¿Ahora estudiás albañilería, en vez de literatura? —la interrumpí antes de que siguiera recitando definiciones para memorizar.

—No —me respondió—. Se refiere a un concepto que viene del teatro y que también se utiliza en el cine y la literatura.

—¿¡Derribar paredes!? —Pregunté exagerando el tono de asombro.

— Paredes, no —me corrigió— La cuarta pared, es la que se derriba.

Era normal que tuviéramos ese tipo de charlas. Estábamos en Laguna Larga, en la casa de mi papá. Ella, porque desde ahí viajaba a Córdoba para cursar su carrera universitaria. En mi caso, porque había ido a filmar un acontecimiento social, junto a mi padre que era fotógrafo en ese lugar.

Soraya, siempre estaba con sus libros y sus apuntes. Así que, a falta de otra tema de interés, solíamos hablar de lo que estuviera estudiando en ese momento.

— En una obra de teatro —me siguió explicando— la acción ocurre sobre el escenario.

— Correcto —asentí para demostrarle que prestaba atención y me interesaba el tema.

— Bien —continuó—, el escenario siempre está rodeado de tres paredes: una a la izquierda, otra a la derecha y la tercera al fondo. La cuarta pared es imaginaria y sería la que separa al público de la escena que se está interpretando.

— Osea que el escenario está rodeado por cuatro paredes y una, que es la que separa al público de los actores, es invisible para que se pueda ver la obra —repetí para demostrar que había entendido.

— Así es. —me respondió— A esa, se la llama la cuarta pared. Es la que separa el universo de ficción del universo real, divide a los dos mundos.

— Por eso —prosiguió— Se habla de romper la cuarta pared, cuando se rompe esta separación del universo de ficción del mundo real.

— ¿Y cómo se logra eso? —pregunté cada vez más interesado.

— Se rompe la cuarta pared, por ejemplo, cuando un personaje de la obra le habla al público. Esto es algo que no podría suceder, porque están en dos mundos distintos. Por tal motivo, se dice que se rompe la cuarta pared cuando se trasgrede ese acuerdo entre el público y los personajes.

Empezaba a tener una idea de que se trataba, cuando siguió con la explicación.

— Este recurso no se utiliza sólo en el teatro, también se explota en el cine, la televisión y la literatura. No hace falta que el personaje le hable al público, puede ser que mire a la cámara o le guiñe un ojo a los televidentes, como diciendo: "sé que están ahí y los puedo ver".

— ¡Mirá que interesante! —le respondí y se me puso a trabajar la mente pensando en lo que acababa de escuchar.

Mi hermana, que comprendió que estaba procesando la idea, me dio tiempo y dejó de hablar. Entonces, fascinado y sorprendido por el nuevo concepto que acababa de incorporar, no quise ser menos que ella y me propuse deslumbrarla con mi forma de pensar diciéndole:
— Es como si el personaje de la historia se diera cuenta que está en una obra, entonces toma el control de su destino, rompe la cuarta pared y se comunica con el público que lo está viendo o leyendo.

— Algo así —me dijo, mientras movía la cabeza como buscando puntos flojos en mi argumentación.

Entonces, de golpe me puse de pie, y con entusiasmo por lo que se me estaba ocurriendo, le dije:

— ¡Mirá si nosotros en este momento somos en realidad personajes de una película que está viendo la gente en el cine!

— Puede ser el cine, televisión, o una obra literaria también —acotó ella, continuando con su aire académico.

— ¡Sí, sí! —Asentí con energía para no detenerme ante lo que quería hacer.

Miré hacia algún lugar del techo, fijando la vista en un punto, y dije con un dejo de complicidad:

— Señores lectores que ahora están leyendo esta líneas, sé que soy un personaje y que todo lo que me rodea, no es más que el fruto de la descripción que está haciendo el escritor de esta obra. Si bien yo puedo tocar y sentir esta mesa de madera, no existe más que en la mente de ustedes y del autor. A ustedes tal vez les de pena, o gracia; o los haga reír o llorar esta historia, pero yo siento que pasa de verdad. De todas formas, les agradezco que estén leyendo, así existo. También les comunico un mensaje que recibo a través del teclado del escritor, para decirles que hace mucho que tenía ganas de romper la cuarta pared y ahora lo está haciendo. Sigo la historia con mi hermana, que les envía saludos.

Dejé de mirar al techo y me senté buscando la aprobación de Soraya, que con la boca abierta por lo que acababa de hacer un muchacho de más de veinte años, mirando hacia arriba y hablando con nadie, sólo atinó a decir:

— ¡Que tonto que sos! —Y siguió leyendo su apunte.

--------------------- III ---------------------

— Mirá, Tío. Le pongo esta pared y la termino ¿Te gusta?

Mi sobrino heredó la pasión de diseñar casas de su madre, sólo que treinta años después, en vez de dibujarlas en papel, lo hace en la computadora con el juego de Los Sims.

En este videojuego de computadoras, se pueden crear casas, ciudades y llenarlas de personas para que vivan su vida, mientras el jugador las controla y las ve a través de la pantalla.

— Está quedando muy linda —le respondí con sinceridad mientras observaba, asombrado, la habilidad con que cambiaba y disponía texturas en los materiales de construcción del editor.

— ¡Esta computadora que compró el Papi es buenísima! —me dijo con entusiasmo mientras agregaba la cuarta pared que le faltaba a la casa para cerrarla.

— ¿Viste que se iba a solucionar lo de la computadora, antes de lo que pensabas? —le dije mientras le acariciaba la cabeza.

— Sí, pero ahora tengo que pasar todo lo que teníamos en la netbook de la Mami, antes de que la devuelvan al colegio.

Mi hermana, profesora de Lengua y Literatura del colegio secundario, había recibido un plan gubernamental, que como en todos los hogares, era intensamente utilizada por la familia entera. Tras su muerte, esta computadora se debía devolver a la escuela y con ella, se irían todas las casas virtuales creadas por mi sobrino.

— Bueno, eso es lo de menos, después te ayudo a pasarlas a la máquina nueva. Ahora, andá a comer que tu papá ya terminó de hacer la tarta.

Me despedí de la familia y mientras volvía a casa, reflexioné sobre el estado de irrealidad en el que viví las últimas semanas. Me sentí cada vez más pequeño, como un niño. Entonces, miré al cielo y me pregunté si no sería yo el protagonista de alguna obra literaria, donde tuviera la posibilidad de romper la cuarta pared y comunicarme con el autor de todos los destinos; mirar con complicidad a los espectadores, que seguro, son todas las personas que alguna vez pasaron, o pasarán por este mundo y decirles:“Sé que están ahí”

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