¿Qué vas a encontrar en este blog?

Este blog nace como un pequeño proyecto literario personal para que tengan un espacio los textos que a veces siento necesidad de escribir.
Espero que sirva como canal para encontrarnos con los lectores a los que les pueda interesar esta obra. Aquí estarán publicados los relatos sobre mi hermana Soraya Lanfranco, otros textos de todo tipo y la obra de mi padre, Carlos Alberto Lanfranco, quien me encargó que la publique, poco antes de morir.

El blog se llama Sorenado en homenaje a Soraya, que ya no está con nosotros. Sorenado es un término que ella inventó cuando era pequeña. Como esta iniciativa es acerca de palabras, me pareció apropiado para que la identifique.

Espero que les gusten los trabajos y nos hagan llegar sus impresiones a través de los comentarios. De esta manera lograrmos un ida y vuelta que enriquezca el contenido.

Germán Lanfranco

jueves, 20 de octubre de 2016

El juego


Relato Escrito por Germán Lanfranco

El tiempo se le antojaba eterno, largo. Le parecía que estaba allí desde siempre, o, al menos, no recordaba desde cuándo.
En un momento, tuvo una idea: empezaría a imaginar cosas. Tal vez así, lograría darle un sentido al tiempo que transcurría.
Imaginar no era sencillo; pero no se desanimó.
“Comencemos por algo simple” se dijo a sí mismo, infundiéndose valor.
Enfocó entonces su energía y empezó a visualizar.
Pronto, aparecieron luces salpicando la oscuridad. Pero, éstas, eran estáticas y no le agradaron.
“Mejor sería que se muevan” consideró; y se esforzó por romper la quietud de la imagen que había creado.
“¡Eso es: bailen, dancen!” casi gritó.
Fue así cómo se dio cuenta de que había usado palabras que nunca había pronunciado.
“¿Bailar, danzar, de dónde salieron estas palabras?” No se preocupó por la respuesta.
Los fulgurantes destellos se agitaban erráticamente en todas las direcciones y se sintió cautivado. A veces, las luces chocaban entre sí. Otras, se alejaban; y, en ocasiones, se agrupaban formando complejas figuras: formas que centelleaban por aquí y por allá.
En ese loco baile, de luces danzantes, entendió que había creado un espacio para su imaginación, para las formas que de ella surgían.
Se sintió bien con su idea de imaginar cosas. Vislumbrarlas, era lo mismo que crearlas. Existían allí, en su mente, en su consciencia, en su universo. Ya no le preocupaba el tiempo. ¿Existía eso? ¿O era otro producto de su imaginación?
Dejó sus cavilaciones y concentró entonces la atención en las miríadas de luces que vibraban y daban lugar a formas caprichosas. Si se fijaba con detalle, veía que éstas, a su vez, estaban formadas por otro conjunto de luces más pequeñas. Era una regresión infinita, hacia dentro y hacia afuera. Volvió a sentirse cautivado, maravillado y descubrió que sentía amor por su creación. El amor era tan profundo y vasto como la grandeza de su obra. Entendió que era todo poderoso, que podía concebir lo que quisiera y amar eternamente. Entonces, imaginó al hombre, creándolo a su imagen y semejanza.


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